Google Chrome es un nuevo navegador de código abierto, el último de una nutrida familia. Desarrollado con discreción y promocionado mediante un cómic, Chrome se apoya en una filosofía algo distinta a la de otros navegadores.
Empezando por la instalación, se nos pregunta de qué navegador queremos importar la configuración, si queremos que sea el predeterminado y dónde queremos los accesos directos. Hecho esto, Google Chrome se ejecuta como una bala y nos da la bienvenida con una interfaz agradable, clara y minimalista.
En un gesto de fair play, Chrome pregunta nada más iniciarse si queremos mantener Google como motor de búsqueda predeterminado (con un botón descomunal para mantener a Google por defecto, eso sí). Acto seguido nos lleva a la página inicial, el centro de mando del navegador. De tamaño dinámico, la página inicial ordena la información de forma inteligente: varias capturas de pantalla muestran los sitios más visitados, y cuadros situados a la derecha dan acceso al historial y a los marcadores. Es el “centro de mando” de Chrome.
La página principal de Chrome. Las capturas de pantalla muestran los sitios web más visitados
Empezar a navegar, por otro lado, no podría ser más sencillo: basta con escribir palabras en la barra de direcciones y Chrome sugerirá resultados directamente desde Google en lugar de utilizar sólo el historial y los favoritos. Si uno quiere algo más de discreción puede activar el modo “Navegar de incógnito“, que no deja huellas en el ordenador (muy útil si estamos en un ordenador compartido). Manteniendo pulsado el ratón sobre los botones de desplazamiento se despliega el historial de páginas, único para cada pestaña.
Las pestañas se distribuyen a lo largo del borde superior de la pantalla, liberando el máximo de espacio para el contenido, como ya ocurre en Firefox e Internet Explorer al pulsar la tecla F11. Cada pestaña se ejecuta como un proceso independiente, con su espacio de memoria individual. Mediante el Administrador de tareas de Chrome puede observarse en tiempo real el uso de procesador y memoria de las páginas cargadas, y pulsando en “Estadísticas” se muestran datos aún más detallados.
Así se asegura una mejora de rendimiento y seguridad con pestañas que no pueden interferir entre ellas y un navegador que no tiene porque palmarla cuando abrimos ocho aplicaciones web al mismo tiempo.
Por defecto, la sesión no se guarda al cerrar el navegador. Para que Chrome recuerde el batiburrillo de pestañas que teníamos abiertas basta con ir a las Opciones y elegir que las restaure. El resto de opciones (Básicas, Específicas y Avanzadas) resultan igual de fáciles de personalizar.
Si no queremos empezar con el navegador en blanco podemos importar la configuración desde Firefox o Internet Explorer. Los resultados son excelentes. El paso desde otros navegadores no podría ser más simple (algo lógico, considerando las cuotas de mercado en liza).
Para mostrar las páginas, Chrome utiliza WebKit, el mismo motor de renderizado de Safari y Konqueror, y lo cierto es que la calidad visual no tiene nada que envidiar a otros navegadores. Por lo que respecta a la compatibilidad CSS, pasa sin problemas el test Acid2.
Para la carga de scripts, Chrome opta por V8, sin duda un buen nombre para un motor aunque sea de Javascript.
La combinación de WebKit y V8 está pensada para optimizar el rendimiento de cara a las complejas aplicaciones de la web 2.0, basadas en Javascript o Gears. Ya hay resultados indicando que deja a la competencia a la altura del betún:
Prueba de rendimiento de Javascript. Un valor más alto es mejor. Imagen cortesía de Stephen Shankland/CNET News
Si topamos con páginas que contienen código dañino Chrome nos lo hará saber (algo ya existente en Firefox). Y si accedemos a contenido que ya no existe, se nos sugerirá acceder a la copia caché en Google o buscar palabras clave relacionadas.
Las descargas de ficheros se controlan en la barra inferior, con botones de aspecto agradable. Los ficheros se guardan en la carpeta “Descargas”, dentro de “Mis Documentos”, pero esta ruta puede cambiarse a nuestro antojo.
Pulsando “Mostrar todas las descargas” se abre una pestaña con buscador en la que aparece el historial de todos los ficheros descargados. En general Chrome intenta evitar la proliferación de ventanas y cuadros de diálogo, favoreciendo el uso de páginas locales, una elección que incrementa la usabilidad del conjunto.
¿Merece la pena pasarse a Google Chrome? Depende. Si preferimos un navegador más configurable, con complementos y pieles, la elección clara es Firefox. Si por otro lado valoramos más el rendimiento, Chrome se alza con el oro. La elección es vuestra.
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